jueves, junio 20, 2013

Alianzas sin proyectos.

Por Iván Alonso -  Secretariado Nacional

 
En Zacatecas, como en otros 13 Estados de la república, habrá elecciones locales el próximo 7 de julio. Sonará tal vez trillado hablar de la inmoralidad que caracteriza a los actores políticos participantes en estas contiendas electorales, pero sigue sorprendiendo lo poco que les preocupa dejar ver que su único interés al participar es hacerse con el poder político como un simple medio de conseguir los recursos monetarios con qué garantizarse una vida regalada y de lujos a costa del trabajo ajeno; lo que en condiciones menos torcidas que las que vivimos ahora tendría que entenderse como robar.

    
Hace falta señalar que cuando hablamos aquí de “inmoralidad” nos referimos simple y llana mente a que estos personajes son incongruentes. Y en política la incongruencia es el pecado capital. ¿Cómo se atreve a pedir el voto de un ciudadano un político que hoy milita en un partido y mañana en su adversario? ¿Y el partido que lo recibe?

     En política, como en todos los aspectos de la vida que determinan su existencia, el ciudadano debe saber a qué atenerse. Eso es, precisamente, lo que los candidatos fabricados mediáticamente y sus partidos no ofrecen. No lo ofrecen, claro está, para los ciudadanos que habrán de votar por ellos, ya que aquellos que no los votan ni a favor ni en contra, es justo por que comprenden lo que realmente ofrecen.

     Volviendo al tema de la incongruencia o inmoralidad política. Señalaremos aquí un ejemplo del desprecio que estos partidos profesan hacia la inteligencia de sus potenciales votantes: las alianzas electorales.

     La fotografía que acompaña a este artículo bien podría ser un montaje hecho por nosotros mismos para hacer burla de la semejanza que existe entre los partidos que se auto denominan de izquierda y los de derecha; pero no lo es. Esta es una fotografía de un volante auténtico que se reparte en Zacatecas.

     Como en los mejores tiempos del foxismo, la realidad supera el sarcasmo de los más agudos moneros; esta realidad parece más caricatura que la que pudieran inventar los más mal intencionados caricaturistas.

     PAN y PRD, que en Zacatecas, igual que en el resto del país (o tal vez más), se han dado hasta con la cubeta, van en alianza contra el PRI. La derecha y la izquierda contra un partido tan laxo en sus principios que sin problemas podrían militar en él los más derechistas y los más izquierdistas de entre sus adversarios. Es decir: PRI verde-blanco-rojo-negro contra PRI azul-blanco-amarillo-negro. Ambos, como un sarcasmo más, tienen en común el blanco y el negro, pero además ambos bandos prometen casi exactamente lo mismo y se acusan recíprocamente de lo mismo. En lo segundo, por lo menos, dicen verdad (para que no se diga que no les reconocemos ningún acierto).

     Pero, dejando de lado lo chusco que resulta este duelo de colores, vayamos al trasfondo de estas alianzas y del chapulinero que, como séquito, las acompaña. La razón de que estos políticos puedan sin mayor problema hacerse para el lado que más les convenga en cada momento de su “carrera política” es (además de su cara dura) que carecen de un proyecto político más allá del de enriquecerse y mantener el estado de cosas actual. Exactamente lo mismo acontece con los partidos que los acogen.

     Estos partidos no representan un proyecto de cambio alguno y, además, como no se podía esperar otra cosa, no lo niegan. Todas sus propuestas y promesas (que con mayor o menor cinismo les da igual cumplir o no) giran en torno a la administración de los recursos públicos y a la gestión. No podía ser de otra forma, pues no son más que los administradores de los intereses de la clase que realmente detenta el poder en nuestra sociedad.

     La razón de que en un sistema político existan distintos partidos es que en él hay clases con diferentes intereses. Los partidos diferentes han de representar estos diferentes intereses. Sólo en una situación por el estilo podríamos hablar de que existe algún rudimento de democracia dentro de un Estado capitalista. Sin embargo, en el sistema político mexicano no pasa nada parecido. Aquí el pueblo sólo está representado por números en los registros del IFE.

     Los partidos participantes en la contienda electoral representan, todos, los mismos intereses: los de aquellos que se benefician de que las cosas no cambien; los de los dueños de bancos, de fábricas, de supermercados, de grandes extensiones de tierra, etc. Todos estos sectores de ricos están conformes con el partido que gane, siempre que no pretenda subvertir el orden en que ellos se encuentran en la cúspide de la existencia. Y podemos estar seguros de que están totalmente conformes con estos gobiernos porque, de no estarlo, sin el menor escrúpulo ya hubieran organizado un golpe de Estado.

     Es claro, pues, que el proyecto político, en el caso de que se le pueda considerar tal, de los partidos políticos registrados ante el IFE no es tapar este o aquel bache, construir tal escuela o tal hospital, como ellos quieren hacer suponer. Esas son cuestiones administrativas que si no realizaran de plano se morirían de aburrimiento. El proyecto político de todos estos partidos es que el sistema económico y político en que ellos mismos se desarrollan y pululan, permanezca invariable, o mejor, se fortalezca. Existen, pues, para garantizar las condiciones de su propia existencia. Son, viven y actúan, con el único fin de seguir siendo, viviendo y actuando; y para eso tienen que servir bien a sus amos. No sirven para otra maldita cosa que para evitar que pasen cosa, para hacerles el trabajo sucio a los poderosos. Practican así, en cada acto, en cada campaña, en cada soborno, el individualismo profesado por el sistema económico al que sirven y que los cobija como legítimos reflejos suyos que son.

     La iglesia, los multimillonarios, los terratenientes, y hasta los pequeños empresarios, como sectores distintos de poderosos, están representados por uno u otro de estos partidos, que no son sino facciones del gran partido de los ricos. El proyecto general de este gran partido multicolor es que los ricos (sus representados) sigan siendo ricos y que los pobres sigan teniendo donde trabajar y la necesidad de hacerlo (aunque generalmente sólo logren lo segundo).

     Pero entonces, se preguntará el lector, ¿Qué contaría por un proyecto político diferente al que ofrecen estos partidos?

     Una alternativa a este partido de clase (de la clase de los ricos), sería un partido que represente a otra clase. Sólo así se rompería la ilusión que nos generan de que, porque hay partidos de diferentes colores y votamos por unos o por otros, en realidad elegimos nosotros. Nos generan la ilusión de elegir y, por tanto, la ilusión de ser políticamente libres.

     Este partido, por poner un ejemplo, podría ser uno que representara a las clases que tenían el poder antes de que lo tomaran las clases que ahora lo tienen. Un partido que representara los intereses de la Iglesia y de la nobleza; es decir, de los antiguos poseedores de tierras. Pero como lo que quedó de estas antiguas clases poseedoras después de tantas revoluciones contra ellas se ha asimilado a la nueva clase hegemónica, pues resultaría un sinsentido inventarse un partido que las represente; estas clases ya fueron.

     Existe, sin embargo, en la sociedad actual, una clase más; una que no sólo no tiende a desaparecer o a ser asimilada en la de los actuales poderosos (salvo aquellos contados casos en que alguien se saca la lotería o consigue una diputación), sino que crece cada vez más: la clase de los que trabajan a diario para mantener su existencia y la de la otra clase (para la que de hecho trabaja); La clase de aquellos que, a pesar de trabajar toda su vida, apenas consiguen darle a su familia una vida decorosa y asegurarse una vejez a salvo de la miseria (y a veces ni eso). Siendo esta la clase más numerosa en la sociedad, debería ser la más representada en el gobierno; pero es la menos. ¿Por qué? Porque su agitada existencia poco le permite ocuparse de la política; porque a diario trabajan y los descansos apenas alcanzan para ocuparse de la familia, de la iglesia, de la televisión; es decir, porque viven para atender los asuntos de otros y los propios los van dejando de lado.

     ¿Cómo tendría que ser un partido que representara los intereses de esta clase explotada?
En primer lugar, su objetivo central tendría que ser terminar con este estado de cosas donde la mayoría de la gente vive para otros. El programa de ese partido tendría que tener como primer punto el de quitar a la clase dominante de donde está y que ese lugar, en el campo económico y político, lo ocupe la clase de los trabajadores. Tendría que terminar con el parasitismo de una clase sobre otra.

     Después, habiendo garantizado que todos los miembros de la sociedad tienen diariamente algo que llevarse a la barriga y tiempo para gozar de la de por sí breve existencia, construir un sistema educativo  que enseñe a la gente a ser más feliz, a amar la naturaleza, las ciencias, las artes, y a su sociedad. Un sistema educativo que ayude a cada quien a desarrollarse de acuerdo con sus aptitudes. Pero, sobre todo, que los prepare para evitar que el pasado de injusticia regrese.

     Pero, se preguntará el lector ¿Cómo es posible lograr todo eso? ¿Es posible?

Si a usted, querido lector, le interesa responderse esa última pregunta, acérquese a los comunistas; ellos trabajan, desde hace tiempo, construyendo esa posibilidad.



antistenescinico@gmail.com 

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