“Patria es humanidad”
José Martí
La
principal desventaja de pensar en términos absolutos es que no se puede
hacer en la mente lo que se hace en los hechos: convivir con una
realidad cambiante que es, ella misma, equilibrio entre opuestos.
Para
la mentalidad unilateral todo es blanco o negro y, aunque su vida está
llena de gris, no logra concebirlo. En su cabeza los valores morales son
eternos, inamovibles; en los negocios hablar de moral es a lo mucho un
mal chiste.
Blanco o negro, bueno o malo. Un pensamiento así no
sólo es dogmático, sino que además es, sea que lo acepte o no,
idealista: cree en conceptos inamovibles de suyo.
Mucha gente que
se llama de izquierda, sobre todo los socialdemócratas, navegan por la
vida con estos supuestos. No sólo los socialdemócratas, también los
anarquistas y alguno que otro comunista puro admirador de Trotski (y no
digo que el trotskismo presuponga estas posturas, pero es lo que más se
ha visto).
De estos tres tipos de plagas los primeros, de
tendencia pequeño burguesa, practican un patriotismo nacionalista que
refleja el miedo que tienen de ser tragados por el gran capital
internacional; los otros dos son su antítesis: el internacionalismo en
persona.
Y entonces, en la mente de aquellas pequeñas gentes no
cuadra que nosotros afirmemos ser (y menos que en efecto lo seamos)
internacionalistas y patriotas.
No sólo lo afirmamos, sino que
no creemos que se pueda ser lo uno sin lo otro: dudamos del patriotismo
de los unos y del internacionalismo de los otros.
Sólo tiene
sentido halar de solidaridad, cooperación y entendimiento entre los
pueblos, cuando, para empezar, hay pueblos diferentes. Menudo logro
sería ponerse de acuerdo cuando existe una total uniformidad como la que
el neoliberalismo quiere imponer. Sólo tiene sentido hablar de una
identidad como pueblo donde hay otros pueblos cuya identidad se reconoce
como valiosa.
El patriotismo pequeñoburgués (socialdemócrata)
es, en muchos sentidos, nacionalismo: una ideología que parte de la
supuesta superioridad de una nación para establecer su derecho de
señorear a las demás. El nacionalismo es una ideología basada en el
espíritu de competencia burgués. El patriota burgués o, más propiamente
hablando, el nacionalista, ve a la tierra patria como la gran propiedad y
a la gente que la habita como mano de obra: la patria no es más que su
instrumento de enriquecimiento. El patriotismo burgués es “la forma
ideal del sentido de propiedad” (C. Marx en dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte) El patriotismo, como lo entienden y practican los
socialdemócratas, no es más que ideología: ideas que meten en la mente
del pueblo para mantenerlo sometido y hacerlo ver en los otros pueblos,
sus hermanos de clase, a sus enemigos. Los burgueses no tienen patria;
sólo les impulsa el interés económico. Los pequeñoburgueses defenderán
su patria contra la gran burguesía hasta ser derrotados o hasta
convertirse en gran burguesía, lo que constituye su inconfesable anhelo.
No son realmente patriotas; simplemente defienden sus intereses de
clase. El patriotismo para ellos es una estrategia de márketing. Además,
como su temor los impele a pensar que todo lo que hay fuera de su país
es el imperialismo, rechazan el internacionalismo por considerarlo algo
que atenta contra la soberanía (contra su soberanía).
Los
socialistas ultra internacionalistas parten de asumir acríticamente, es
decir, como una verdad incuestionable, aquella brillante afirmación de
Marx y Engels y en general compartida por sus contemporáneos
anarquistas, de que los proletarios no tienen patria.
En efecto,
los proletarios no tenemos patria en el sentido de que no tenemos
propiedad; no tenemos un pedazo de tierra al cual aferrarnos y del cual
conseguir la subsistencia; tampoco tenemos medios de producción qué
defender; en eso radica nuestro ser proletarios. Pero sí que estamos
inmersos en una cierta cultura, sí que pertenecemos a una sociedad, sí
que compartimos una historia y sentimos apego a los amigos y la familia
con quienes crecimos, al igual que a los lugares donde nos encontramos
y desarrollamos: esa es la patria del proletario, eso es por lo que
lucha, lo que defiende, lo que lo motiva. La patria del pobre está en
sus afectos, la del rico en sus rentas.
Los que somos
internacionalistas hemos de serlo desde algún lugar, no surgimos en
aguas internacionales. Además, ese amor a la humanidad que sustenta al
internacionalismo ha de comenzar en la familia, ampliarse a los amigos, a
la sociedad y, finalmente, a la humanidad entera. Un amor a la
humanidad, como humanidad misma, por sí misma, sin partir de los humanos
concretos con que se convive, es un amor abstracto, un amor a la
humanidad en abstracto, a todo y a nada. Estos internacionalistas que se
alejan de las luchas inmediatas de su gente no tienen humanidad.
Para
los comunistas la patria es el espacio donde nos encontramos como grupo
que comparte un pasado común, un territorio y una forma particular de
entender la vida. Ella representa la identidad de un pueblo. Es el
resultado del esfuerzo constructor de las generaciones pasadas siempre
proyectado hacia el futuro. Somos patriotas porque deseamos, ante todo,
continuar esa construcción, porque encontramos inspiración en las luchas
de nuestros ancestros, aquellos que generosamente se sacrificaron por
legarnos una realidad más justa, más digna y con mayor libertad. Somos
patriotas porque amamos este suelo que nos ha alimentado a esta gente
entre la que hemos crecido, porque valoramos el esfuerzo de los que aquí
trabajan y admiramos el valor de los que aquí luchan.
Patria
para los comunistas no es sólo un espacio geográfico; es lo que nos es
más inmediato. Patria son los amigos, los libros que leemos, el vecino
ruidoso, las calles que transitamos, los niños que corren en el parque.
Patria es el taller, la fábrica, el ejido, la escuela. Patria son las
leyendas que nos contamos, la historia que compartimos, el recuerdo de
los que han luchado por nuestra libertad. No la amamos por ser perfecta,
menos por ser poderosa, la amamos porque es nuestra, porque
generosamente nos ha dado lo que somos.
Sabemos que la mejor
forma de ser internacionalistas es luchar por la patria, pues no por
hacer la lucha en casa es menos una lucha por la humanidad. Toda lucha
real contra el imperialismo es una lucha por la humanidad entera; es una
lucha que debilita al enemigo e inspira a los compañeros que luchan en
otras latitudes.
Apoyamos sin reservas, en la medida de nuestras
fuerzas, las luchas de otros pueblos. Pero sabemos que sólo en la medida
en que la lucha vaya triunfando en nuestra tierra podremos brindar un
apoyo más significativo a otros pueblos que también combaten contra
nuestro enemigo.
No nos interesa un patriotismo sin
internacionalismo. Tampoco un internacionalismo sin patriotismo. Ambos
deben estar en unidad, para tener contenido real. De lo contrario es un
simple unilateralismo; un fanatismo. Sólo el patriota puede llegar a ser
internacionalista. El verdadero internacionalista es patriota de la
humanidad.
El capitalista ve a la patria como la gran propiedad.
El comunista como la gran pertenencia. El comunista pertenece a una
sociedad, el capitalista se sirve de ella. Patriotismo para nosotros es
pertenecer, cooperar y luchar. La patria es el gran proyecto que
compartimos. La patria es nuestro patrimonio común; es nuestro deber
defenderla y, siendo el imperialismo su mayor enemigo, nuestro deber es
liberarla de él. Hacer una patria libre, digna y justa: hacer una patria
socialista.
antistenescinico@gmail.com
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