Alejandro - JCM DF
Generalmente me molesto de sobremanera
cuando me mandan los mensajes de la cadena “UNONOTICIAS” en mi celular, pero el
mes pasado recibí una noticia que me levanto mucho el ánimo: Joseph Aloisius
Ratzinger, mejor conocido como “Benedicto XVI”, decidió renunciar de su cargo
de Papa.
Independientemente de la creencia religiosa
que pueda tener cada individuo la corrupción dentro de la iglesia católica es
algo innegable, comenzando por el hecho de que el vaticano ha concentrado una
cantidad de dinero sumamente exorbitante, cuando, según la propia moral de la
institución, el “reino de los cielos” le pertenece a los pobres y “es más fácil
un camello pase por el ojo de una aguja
que un rico en el reino de dios”. Es algo realmente insultante ver como
mueren miles de personas en África por no tener nada que comer, mientras que en
el Vaticano un sujeto que dice ser el representante en la tierra de un “dios”
justo y bondadoso vive en la más grande opulencia.
Desde su fundación, la iglesia católica ha
estado del lado de los poderosos, peor aún, ha estado por encima de ellos.
Cuando el emperador romano Constantino se volvió cristiano, busco de entre las
diferentes sectas que se formaron en torno a este conjunto de creencias, una
que satisficiera su necesidad de mantener dominado a su pueblo, y la vino a
encontrar en los católicos, un grupo de cristianos que, a diferencia de otros con
el mismo pensamiento religioso, estaba mejor organizado. Desde entonces la
iglesia y el Estado han convertido la política y la religión en un binomio casi
indisoluble.
Como institución, la iglesia católica ha causado
guerras, asesinado a personas que piensan distinto, ha destruido imperios o
logrado mantenerlos en pie, obstaculizo durante mucho tiempo el avance de la
ciencia y en algunas ocasiones lo sigue haciendo, ha promovido la misoginia y
actualmente se distingue por incitar campañas homofóbicas, pelear por que no se
de educación sexual en las escuelas, condenar el uso de métodos anticonceptivos
y la forma de vestir de las mujeres, mientras protege a curas acusados de
pederastia y bendice armas.
En México los representantes de la iglesia
son unas verdaderas fichitas. Onésimo Cepeda, ex obispo de Ecatepec se
caracterizó por su vida mundana, sus excesivos lujos, y por presumir sus
relaciones con la cúpula del grupo Atlacomulco, durante el conflicto de Atenco
llego a decir: "Aun cuando haya muerto una persona o 500, se debió haber
construido el nuevo aeropuerto en Texcoco”. Por otra parte está el cardenal
Norberto Rivera Carrera quien también se regodea con grandes políticos y empresarios
de mucho dinero, y ayudo a ocultar las inmundicias de otro de estos santos
señores, un tal Marcial Maciel que violaba niños en sus ratos libres.
Por esta y otras razones más el hecho de
que la máxima autoridad de la iglesia católica haya renunciado a su cargo
representa un triunfo para la humanidad, pues da un poco de esperanza de que
toda la podredumbre de la iglesia puede desaparecer, esto resulta algo más que
obvio, pues inclusive hay católicos que luchan por abolir todo esto, en México
por ejemplo está el colectivo “católicas por el derecho a decidir” y la
activista solitaria Julia Klug, quien se ha definido así misma como “Católica
pero no pendeja”.
Ratzinger, el que de joven perteneció a las
juventudes Hitlerianas y quien dijo que el marxismo ya no corresponde a la realidad,
se fue, al respecto se especulan muchas cosas, pero lo cierto es que ya no pudo
más con toda la basura en la que su institución se convirtió. Su sucesor, un
tal Francisco I, es un argentino al que se le vincula con la dictadura de ese
país, lo cual no es de sorprenderse.
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