domingo, marzo 17, 2013

La caída del imperio de Roma.


Alejandro - JCM DF
Generalmente me molesto de sobremanera cuando me mandan los mensajes de la cadena “UNONOTICIAS” en mi celular, pero el mes pasado recibí una noticia que me levanto mucho el ánimo: Joseph Aloisius Ratzinger, mejor conocido como “Benedicto XVI”, decidió renunciar de su cargo de Papa. 
Quizás para algunos sea una noticia trágica o a otros les importe un reverendo comino lo que este santo prelado haga o deje de hacer, sin embargo, en lo personal, me parece que el hecho de que el Papa haya dimitido de su cargo representa que poco a poco la iglesia católica va perdiendo su poder y con esto va desapareciendo la mentalidad ultraconservadora que pretende coartar las libertades más esenciales del ser humano y junto con ella una de las instituciones que durante siglos se ha enriquecido de la fe de la gente y ha ejercido su autoridad para realizar actos que espantarían a cualquiera.

Independientemente de la creencia religiosa que pueda tener cada individuo la corrupción dentro de la iglesia católica es algo innegable, comenzando por el hecho de que el vaticano ha concentrado una cantidad de dinero sumamente exorbitante, cuando, según la propia moral de la institución, el “reino de los cielos” le pertenece a los pobres y “es más fácil un camello pase por el ojo de una aguja   que un rico en el reino de dios”. Es algo realmente insultante ver como mueren miles de personas en África por no tener nada que comer, mientras que en el Vaticano un sujeto que dice ser el representante en la tierra de un “dios” justo y bondadoso vive en la más grande opulencia.
Desde su fundación, la iglesia católica ha estado del lado de los poderosos, peor aún, ha estado por encima de ellos. Cuando el emperador romano Constantino se volvió cristiano, busco de entre las diferentes sectas que se formaron en torno a este conjunto de creencias, una que satisficiera su necesidad de mantener dominado a su pueblo, y la vino a encontrar en los católicos, un grupo de cristianos que, a diferencia de otros con el mismo pensamiento religioso, estaba mejor organizado. Desde entonces la iglesia y el Estado han convertido la política y la religión en un binomio casi indisoluble.
Como institución, la iglesia católica ha causado guerras, asesinado a personas que piensan distinto, ha destruido imperios o logrado mantenerlos en pie, obstaculizo durante mucho tiempo el avance de la ciencia y en algunas ocasiones lo sigue haciendo, ha promovido la misoginia y actualmente se distingue por incitar campañas homofóbicas, pelear por que no se de educación sexual en las escuelas, condenar el uso de métodos anticonceptivos y la forma de vestir de las mujeres, mientras protege a curas acusados de pederastia y bendice armas.
En México los representantes de la iglesia son unas verdaderas fichitas. Onésimo Cepeda, ex obispo de Ecatepec se caracterizó por su vida mundana, sus excesivos lujos, y por presumir sus relaciones con la cúpula del grupo Atlacomulco, durante el conflicto de Atenco llego a decir: "Aun cuando haya muerto una persona o 500, se debió haber construido el nuevo aeropuerto en Texcoco”. Por otra parte está el cardenal Norberto Rivera Carrera quien también se regodea con grandes políticos y empresarios de mucho dinero, y ayudo a ocultar las inmundicias de otro de estos santos señores, un tal Marcial Maciel que violaba niños en sus ratos libres.    
Por esta y otras razones más el hecho de que la máxima autoridad de la iglesia católica haya renunciado a su cargo representa un triunfo para la humanidad, pues da un poco de esperanza de que toda la podredumbre de la iglesia puede desaparecer, esto resulta algo más que obvio, pues inclusive hay católicos que luchan por abolir todo esto, en México por ejemplo está el colectivo “católicas por el derecho a decidir” y la activista solitaria Julia Klug, quien se ha definido así misma como “Católica pero no pendeja”.
Ratzinger, el que de joven perteneció a las juventudes Hitlerianas y quien dijo que el marxismo ya no corresponde a la realidad, se fue, al respecto se especulan muchas cosas, pero lo cierto es que ya no pudo más con toda la basura en la que su institución se convirtió. Su sucesor, un tal Francisco I, es un argentino al que se le vincula con la dictadura de ese país, lo cual no es de sorprenderse.
Pero mientras la iglesia católica busca seguir en pie, ya hubo fiesta, incluso volaron los sostenes y sonaron las campanas en Notredame en señal de júbilo, pues está institución que parece indestructible demostró su fragilidad y este triunfo, aunque pequeño, es algo digno de celebrarse.

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